La tarde ha colmado con risas y chicharras el vacío de las calles.
Fugitivos del sol de mediodía, ante la luna danzan de nuevo infinidad de sombras.
El calor escapa de las baldosas mientras comienzan a encenderse las farolas.
Multitud de sillas invaden las aceras y las conversaciones se animan por momentos mientras los vecinos se asoman a las puertas.
No digas nada (2012). Acrílico sobre lienzo, 25 x 30 cm.
Las montañas comienzan a brillar como si alguien hubiera plantado estrellas en las laderas.
Sentados en los bancos, corazones enamorados vuelan juntos sobre nubes de proyectos.
Y los duendes curiosos se asoman a los caminos para escudriñar tanto ajetreo.
Decenas de niños corren unos tras otros, con cien mil manchas encima pero con el alma muy limpia.
Y apartado del mundo, lejos de todo, alguien observa con melancolía qué sencillo es ser feliz y lo mucho que cuesta darse cuenta.
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